Durante una sesión reciente, mi cliente compartió el concepto de conversaciones nutritivas. Además de encantarme la idea, me dejó pensando en qué es una conversación nutritiva para mí.
Esta plática fue sin duda nutritiva, como espero que este artículo lo sea para ti.
Conversaciones forman parte de nuestra vida diaria… tenemos conversaciones con nosotros mismos (nuestros pensamientos), conversaciones sobre nosotros mismos (que tienden a ser medio “mala onda”), conversaciones con otros, y conversaciones en línea (que para efecto de este artículo digamos que nuestras interacciones en medios sociales son también conversaciones).
Conversaciones son una parte esencial de nuestra fibra social. Con ellas establecemos, mantenemos y terminamos relaciones, avanzamos o retrocedemos, compartimos ideas, creamos o destruimos. Y definitivamente, no todas nuestras conversaciones contienen altos niveles de nutrientes.
La definición de nutriente es: sustancia que asegura la conservación y crecimiento de un organismo.
Piensa en las conversaciones que tuviste en las últimas 24 horas. ¿Fueron ricas en nutrientes? ¿Contribuyeron de alguna forma a tu crecimiento? ¿Hicieron alguna diferencia en la vida de alguien más?
Si nos fijamos, muchas de las conversaciones que sostenemos son más bien tóxicas. Sin duda alguna, la política y las noticias no ayudan, y qué decir de ese chisme sabroso, no sólo de celebridades, pero acerca de nuestros compañeros de trabajo, nuestras familias, nuestros vecinos. ¡¿Por qué es tan tentador?!
Hace algunos años me di cuenta de lo fuerte que era la cultura del chisme en donde trabajaba y del impacto tan negativo que tenía en nuestro trabajo y nuestras interacciones, así que lancé una campaña interna para reducir el chisme en nuestro equipo. Lamentablemente, no logré mucho. Llegué a la conclusión de que el chisme es como un engrudo que “ayuda” a la gente a unirse, a pertenecer, a conectar, e infelizmente tiende a ser a costa de alguien más. Pero nos ENCANTA el chisme, ¿o no?
No es mi intención juzgar o hacer sentir mal a nadie, al contrario, escribo este artículo para invitarte a observar y evaluar tus conversaciones, como una oportunidad para verlas desde una perspectiva diferente y transformarlas.
¿Cuáles son los ingredientes que podría tener una conversación para que fuera considerada nutritiva? Esa es una elección personal. Desde mi punto de vista, estos son algunos de los nutrientes importantes. ¡Te invito a que armes tu propia lista!
- Personal – de lo que se habla incumbe únicamente a la gente presente en la conversación
- Autenticidad – los integrantes participan de manera genuina y comparten abiertamente
- Confianza – no hay críticas; el tema de discusión se mantiene confidencial, a menos que se acuerde lo contrario
- Edificante – te deja sintiendo mejor, con más poder, de mejor humor
- Compromiso, contribución e influencia – sin quejas, sin berrinches, sin chismes; te deja con algo valioso
- Alegría y risas – disfrutas de la conversación
- Perspicaz y estimulante – te deja pensando y explorando nuevas posibilidades
- Respeto – puede que no estemos de acuerdo, pero nos respetamos
Conversaciones nutritivas tienen el poder de dejarte un buen “sabor de boca,” que contrasta con conversaciones que te dejan sintiendo mal, deseando que no hubieras sido partícipe. Puede que sean esas pláticas donde ríes a carcajadas con amigos del pasado recordando experiencias y aventuras, o ideando un proyecto nuevo con un colega del trabajo, o explorando posibilidades con alguien que recién conociste, o diciéndote en el espejo cuán orgullosa/o estás de ti misma/o.
¿Cuáles nutrientes vas a incorporar en tus conversaciones ?
Imagínate que pudieras tener al menos una vez al día una conversación de este tipo. ¿Con quién la tendrías?
¿Qué tal reemplazar el chismesito con una plática que hiciera una diferencia?
¿Qué te puedes decir frente al espejo cada mañana, que te deje sintiendo mejor el resto de día?
¡Tengamos conversaciones nutritivas en este espacio!